Roma es conocida por todos como la Ciudad Eterna. Es especialmente habitual encontrarse con tesoros de la escultura o la arquitectura en cualquier esquina y, como dicen muchos viajeros, es la ciudad ideal para pasear. Las iglesias de Roma, los museos de Roma, la arqueología de Roma… todo es una maravilla en esta ciudad.
“Si me pierdo, buscadme en Roma”, dicen los versos de un famoso poeta español. Y nosotros sentimos casi lo mismo. Esta sensación -que extendemos a casi todos los lugares que conocemos de Italia– se vuelve muy especial en las iglesias de Roma.
Porque la capital de Italia está especialmente unida a la religión católica. De hecho, la sede de la iglesia cristiana está en el Vaticano, que está unido de un modo indivisible a la ciudad.
Por ello y por ser cuna de la cristiandad desde hace siglos, Roma es una ciudad en la que las iglesias proliferan por doquier. Y se sea o no religioso, visitar algunas de ellas es algo absolutamente imprescindible.
Y eso fue lo que hicimos en uno de nuestros primeros viajes a Roma: dejamos de lado el Coliseo, el Foro y las catacumbas y pasamos dos o tres días visitando templos dedicados al culto al Cristo. ¿Que qué encontramos? Pues una larga lista de tesoros inesperados que nos llenaron los ojos de belleza. Una forma fácil de conocer las iglesias de Roma sería seguir este free tour, pero si quieres ir a lo imprescindible, estas son algunas de nuestras favoritas. ¿Comenzamos?
Basílica de San Pedro
Sin duda, es una de las iglesias más visitadas del mundo. Es la sede del vaticano, centro de la cristiandad, y en ella alberga tesoros como la tumba de San Pedro, La piedad, de Miguel Ángel o el Monumento a Gregorio XIII.
Tiene una capacidad para más de 20.000 personas y la cúpula roza los 140 metros de altura, lo que la convierte en uno de los templos de culto más grandes del mundo.
La entrada a la basílica es gratuita y abre desde las siete de la mañana hasta las seis y media o siete de la tarde, según el día.
Nuestra recomendación es acudir a primera hora, puesto que la basílica de San Pedro es un imán para turistas y a las horas centrales del día se convierte en un absoluto caos de cámaras, poses, mapas, y gente buscando uno u otro punto de interés en el templo.

Santa María la Mayor
La basílica de Santa María la Mayor es una de las más grandes iglesias de Roma. Es una de las más importantes de cuantas existen dedicadas a la figura de la Virgen María y está edificada sobre un antiguo templo pagano que estaba dedicado al culto a la diosa Cibeles.
Se trata de uno de los templos favoritos por los ciudadanos de Roma y es por ello una de las más visitadas. Su estructura barroca acoge el campanario más alto de la ciudad, que alcanza los 75 metros y una gran belleza interior que merece la pena la visita.
Una de las cosas que más destaca de la iglesia de Santa María la Mayor es la cantidad y calidad de los mosaicos que guarda tras sus puertas. Se trata de obras del siglo V que se encuentran en la nave central del templo.
Merece la pena prestar atención a algunas capillas, como la capilla Sforza, diseñada por Miguel Ángel y la capilla del Crucifijo, que muestra un crucifijo del siglo XV dotado de una extraña belleza.
Santa María in Cosmedín
Conocida por la famosa boca de la verdad, esta pequeña iglesia medieval está reflejada en casi todas las guías de lugares imprescindibles que visitar en Roma.

Se trata de un templo muy sobrio y discreto, muy diferente a esas otras iglesias llenas de ornamentos y dorados. En su interior guarda el cráneo de San Valentín, el patrón de las parejas y los enamorados; en el exterior, por otro lado, está la famosa boca de la verdad, una gran escultura redonda a modo de rosetón que muestra un rostro masculino y barbudo. Cuentan que es el lugar donde los amantes pueden saber si su pareja les quiere de una manera sincera y entregada.
Además, es una zona muy bonita de Roma, así que un paseo por esas calles es especialmente interesante.
Basílica de San Pietro in Vincoli

La iglesia de san Pedro encadenado guarda una importante reliquia para los católicos: las cadenas con las que ataron al padre de la Iglesia en Jerusalén. Esta reliquia está visible y todo visitante la puede contemplar, pero la iglesia guarda un tesoro mucho más atractivo: la famosa escultura de Moisés hecha por Miguel Ángel.
Más allá de ello, se trata de un templo pequeño, sobrio y casi escondido.
Pero, por favor, que nadie deje de contemplar el maravilloso trabajo del artista Miguel Ángel. Esta obra estaba inicialmente pensada para formar parte del mausoleo del papa Julio II, pero acabó formando parte de esta basílica a la que merece la pena acercarse.