Queríamos probarlo. Aunque yo no soy muy aficionado a los sabores, texturas y preparaciones orientales, mi mujer sí. Y, tengo que reconocerlo, me cuesta elegir restaurantes japoneses por los prejuicios que tengo hacia mi propio paladar. Por eso, cuando descubrimos Yakitoro y su propuesta ‘japokaní’, pensé que sería una opción interesante para alguna visita a la capital.
Aprovechamos una excursión a Madrid con otra pareja para reservar en su local de la Castellana y probar algunos de sus platos. Antes de nuestra llegada vimos que la carta muestra una treintena de platos a precios muy asequibles, así que pensamos que ir en grupo sería interesante para probar varios de ellos. ¡Y fue todo un acierto!
No es que sea la gran apuesta culinaria de Madrid, pero la verdad es que salimos de Yakitorio –en el origen en manos de Alberto Chicote; bajo las órdenes de Luis Ángel Pérez desde 2020– con ganas de volver a probar más cosas. Y lo cierto es que el precio del ticket lo permite, así que no tardaremos en hacerlo.
La sala: ni fu ni fa

No sé como será el local original, que es el que está situado en la calle Reina, detrás de Gran vía; el de la Castellana, localizado en el número 130 de la gran avenida capitalina, no nos llamó demasiado la atención.
La sala, pese a ser diáfana, es totalmente tranquila. Sin embargo, el local nos pareció frío y las mesas, aunque originales con su ‘nevera’ de cervezas en el centro’, algo incómodas. A esto sumamos un equipo extrañamente uniformado y unas parrillas demasiado cerca de nuestra mesa, lo que hacía que por momentos se hiciera incómodo por el calor.
Entendemos que el concepto está basado en la brasa japonesa, la robata, por eso no nos podemos quejar, pero quizá fue lo que enturbió un pelín la experiencia y nos dejó con esa sensación respecto a la sala.
La carta: un viaje 2.0
Lo que cualquier comensal curioso debe sentir cuando se enfrenta a la cantidad de referencias de la carta de Yakitoro es ganas de probarlo todo. Los nombres de los platos son muy sugerentes, con opciones como Espárragos a la parrilla con sopa de miso, Alitas de pollo a la parrilla con sabor a okonomiyaki o la Panceta de cerdo a la parrilla con salsa pekinesa.
Como se puede comprobar, casi todos los platos ofrecen ese viaje de ida y vuelta entre la cocina oriental y la despensa española. Se dividen en cuatro capítulos: Parrilla y Yakitori, donde todo lo que se ofrece está cocinado al carbón; De nuestra cocina, Los de siempre, con algunos de los platos que nos recomendaron como el Yakitori de entrecostilla de Buey Wagyu lacado con chimichurry, y los postres.
El plato más caro de la propuesta de Yakitoro en 2023 cuesta 12.80 euros y la mayoría de ellos se sitúa en torno a los 7,50, de manera que es carta pensada para pedir varios platos al centro y compartir. Así lo hicimos nosotros.
Nuestra visita a Yakitori
Comenzamos nuestra experiencia con el Nem de cangrejo tigre. Vienen dos rollitos de un par de bocados en una especie de sam. El exterior es crujiente y el interior una crema densa y donde el cangrejo es protagonista. La salsa picante que acompaña le termina de dar el toque a un bocadito que pasó algo desapercibido en comparación con el resto de la comanda.
La segunda referencia que elegimos fue el Yakitori de rollitos vietnamitas club. La brasa le da un toque absoluto a este plato ligero y que sirvieron muy atinadamente en los primeros pases de nuestra experiencia.


Uno de los Top de nuestro paso por Yakitori fue el Kof Dog de ternera con salsa de curry y mermelada de tomate picante. El aliño de la carne, las salsas y el punto del pan de tipo brioche funcionan. Y el plato es estético, agradable y gustoso.
También nos fascinó la Parpatana de atún grillada con salsa de miso y yuzu. Para entendernos, fue todo el sabor del atún en la textura casi de una carrillera bien hecha. Además, es un plato muy, muy bonito y delicado.
Cerramos la parte salada con otro ‘imprescindible’ que nos recomendaron: el Tuétano de ternera asado y caramelizado con lascas de bonito seco. ¿Qué nos pareció este último bocado? Algo desajustado: el pan con el que se acompaña el tuétano es demasiado basto y casi me atrevería a decir que vino duro y, pensamos, las lascas de bonito no aportaban demasiado. El sabor del tuétano de Yakitori era muy bueno, pero tampoco vino en la temperatura más adecuada.


La parte dulce de Yakitori
Habíamos leído mucho sobre el Algodón de azúcar y toques cítricos y chispeantes, pero al llegar el camarero le preguntamos y nos dijo que no nos podíamos ir sin probar la tarta de queso y las natillas, así que esa fue nuestra elección.
Respecto a la tarta de queso, la verdad es que no la entendimos. Es de un curioso color verde que nos recordó al matcha –luego hemos investigado y parece que es extracto de pandano–, pero muy plana en cuanto al sabor. Eso sí, con esa textura cremosa muy controlada que es digno de mencionar.
Todo lo contrario de lo que nos pasó con las natillas. Son de chocolate blanco y en la bonita presentación incorpora frutos rojos y una salsa de fruta de la pasión que equilibra mucho el dulzor de la natilla.
Después de nuestra comida nos dimos cuenta de que casi todos nuestros platos salieron de la primera parte de la carta, por lo que se impone una segunda visita en la que ‘ajustemos’ más la comanda. Volveremos a explorar más, porque he de decir que el resultado fue bastante satisfactorio, con algunos platos muy destacados y otros que pasaron algo más desapercibidos.

