Pirámides, esfinges, templos, momias… Pero también mercadillos, parajes naturales, gastronomía o el caos de El Cairo. Egipto es un país fascinante. Pensábamos que nos iba a sorprender mucho antes de ir, pero una vez allí la impresión fue todavía mayor. Ha sido un viaje en el que hemos tenido de todo: desde la emoción de estar en la tierra de los faraones hasta la placidez de navegar, por horas sin término, por las aguas del Nilo. Y, claro, te lo vamos a contar
Durante 8 días, estuvimos en las tierras del país de Oriente Próximo con un pequeño grupo de españoles que coincidimos en el tour –te contamos nuestra primera experiencia en un viaje organizado aquí–. Con ellos, trazamos un itinerario que nos llevó a conocer gran parte del país, incluyendo prácticamente todas sus joyas arqueológicas.
Para que esta guía de Egipto pueda resultar útil, vamos a organizar los trayectos por días, tal y como los hicimos. De este modo, podrás ver la ruta que hicimos, lo que visitamos cada jornada y, por supuesto, un poco de nuestras impresiones.
Día 1: camino a Luxor
Bien temprano, nuestro primer día salimos de Madrid con destino a Luxor. Una vez allí, comenzamos a vivir el caos de Egipto: las instrucciones que nos habían dado en la agencia para sacar el visado y encontrar al guía no cumplían con lo que nos encontramos allí… Y el barullo loco del centenar de españoles, en viajes organizados con distintas agencias, que llegamos casi a la vez no facilitó las cosas.
Aún así, en nuestro caso fue bastante rápido: pagar visado, buscar al guía con nuestro nombre y viajar en autobús hasta el puerto, donde nos subimos a una Dahabiya, una pequeña embarcación de vela que sería nuestro hotel durante todo el crucero por el Nilo. Cena a bordo y a la cama… Los siguientes días habría que madrugar mucho y era más interesante descansar todo lo posible.
Sobre el barco, en nuestro grupo hubo varias quejas porque no se trataba de uno de los cruceros para doscientas o trescientas personas que surcaban el Nilo, sino de una embarcación más pequeña, para unos treinta, y por tanto más humilde; pero a nosotros nos encantó librarnos del barullo de gente, de las ‘fiestas piscineras’ y de las peleas por el último crepe del bufet. Hicimos un viaje muy relajado y, creemos, en gran parte gracias a esto.
Día 2: el Valle de los Reyes y el impresionante templo de Luxor
Comenzamos fuerte, el primer día, con las visitas. En primer lugar, llegamos, casi al amanecer, al Templo de Hatshepsut. Este espacio, levantado en honor al dios Amon-Ra, es impresionante en cuanto a su estructura, data del siglo XV antes de Cristo. Aunque no será lo mas impresionante que veremos en los días en Egipto, el lugar es espectacular y nunca olvidaremos la experiencia de disfrutar de los primeros relieves, que cuentan la historia del nacimiento divino de Hatshepsut.
La fortuna de ver un yacimiento casi a solas desapareció en cuanto tomamos el autobús hacia el Valle de los Reyes. Cientos de turistas –la mayoría españoles– tuvimos que hacer cola para entrar en las distintas tumbas del espacio.
Dentro de la visita guiada entraba el acceso a tres de las más de sesenta tumbas del Valle de los Reyes, pero también existía la oportunidad de comprar entradas adicionales para entrar a algunas de ellas. Nosotros optamos, por aquello del mito, por la de Tutankamón, con lo que en el poco más de una hora y media que pasamos en la zona, entramos hasta en cuatro pasadizos: Ramsés III, Merempetah, Ramsés IX y la ya citada de Tutankamón, donde estaba expuesta su momia.
Los pasadizos son impresionantes, aunque el exceso de gente no ayuda a disfrutar de ellos de la mejor manera. Aun así, es una pasada descubrir la forma en la que estos poderosos hombres del pasado concebían la muerte. Y cómo ornamentaban sus espacios funerarios.
Al salir del valle, parada «para una foto» en los colosos de Memnón, dos enormes estatuas de piedra que representan al faraón Amenofis III.


Camino a los templos de Luxor, una de las joyas del viaje

Lo que más nos impactó del día fue la visita a los templos de Luxor y Karnak, unidos en el pasado por una gran vía ceremonial de casi tres kilómetros custodiada por 1.200 esfinges, de las que hoy quedan en pie unas cuarenta.
Luxor nos llamó la atención porque dentro del complejo, dedicado a Amón, distintas civilizaciones levantaron edificios para celebrar sus cultos: hay restos de una capilla en honor a Augusto y una mezquita; testimonios de la importancia del lugar para los hombres y las mujeres de distintas épocas.
En Karnak, quedamos deslumbrados con la gran sala hipóstila del templo. Este espacio, lleno de columnas inmensas, es absolutamente desconcertante. Solo el hecho de pasear entre estas enormes construcciones merece la pena: sobrecoge, emociona.
Día 3: el templo del Dios Alcón y el milagro de Kom Ombo
El tercer día visitamos el gran templo de Edfu, dedicado al dios halcón Horus. Se trata de un magnífico vestigio grecorromano de gran tamaño y uno de los mejores conservados de Egipto. Para llegar allí, desde nuestro barco cogimos unas pequeñas furgonetas con las que pudimos sentir, por primera vez de un modo totalmente real, el caos y el hormigueo constante de las ciudades de Egipto. ¡Lo que no sabíamos es que era a pequeña escala y que ya descubriríamos la verdadera conducción egipcia en El Cairo!
Una vez en el templo, destacaba la sala de la barca sagrada, el espacio central del santuario. Aunque en la actualidad hay una reproducción de la barca –la original está en el Louvre–, la verdad es que pudimos sentir la impresión que los antiguos egipcios vivían al entrar en las salas, gracias al excelente estado de conservación del templo.
Los fantásticos grabados de las paredes permiten que el visitante se pierda durante horas en ellos… una experiencia total.
Pero nuestro tercer día en Egipto nos tenía más reservado; en concreto, uno de los momentos más impresionantes de nuestro viaje: la visita a Kom Ombo.

Un templo para nosotros solos

Por motivos de logística –básicamente el barco sufrió una avería en el motor y nos quedamos parados en medio del Nilo durante horas– la visita al templo de Kom Ombo fue muy, muy tarde. Gracias a Mike, nuestro guía, pudimos desembarcar en un claro de la ribera y tomar otra vez estos pequeños vehículos para viajar, durante casi una hora, al templo, dedicado a Sobek, dios cocodrilo, y a Haroeris.
Al llegar era bastante tarde, así que solamente quedaba un grupo de turistas como el nuestro, que además estaba terminando la visita. Esto nos permitió gozar del templo en solitario. Además, en la zona hay un museo con momias de cocodrilo, que ‘pasamos’ de ver, así que cuando todo el grupo se marchó, el templo fue para nosotros.
Construido durante la dinastía ptolemaica, entre los años 180 y 47 antes de Cristo, Kom Ombo destaca por ser un templo doble, dedicado a dos deidades y construido, por ello, en paralelo, como en una estructura de Espejo.


Día 4: Aswan: una incursión a la ciudad
La mañana del cuarto día viajamos a Aswan, al templo de Philae, que está dedicado a la diosa Isis y para el que hay que viajar en barco, ya que está en una isla. La construcción no está en su espacio original, puesto que con la construcción de la presa de Aswan tuvieron que moverlo, piedra a piedra, para montarlo de nuevo en este pequeño islote.
A medio día, ya en la ciudad, dimos un paseo en Faluca, un velero egipcio que nos permitió disfrutar de la brisa y relajarnos. Es algo muy pensado para turistas, pero si sabes abstraerte, se disfruta. Y nos llevaron a una típica tienda de perfumes, como es habitual en este viaje.
Ya por la tarde, convencimos a Mike de regresar desde crucero a la ciudad y conocer su iglesia ortodoxa, el mercado y una pequeña mezquita. Fue un paseo mucho más relajado y libre, casi un paseo por nuestra cuenta, que nos permitió conocer algo más la gastronomía de la zona. Además, dentro de nuestro ‘tour guiri’, nos llevaron a una tienda de especias donde, obviamente, caímos y compramos tanto una mezcla para carnes como hebras de azafrán iraní.

Día 5: una aventura infinita hasta Abu Simbel
El penúltimo día del tour cerrado fue toda una aventura: fuimos hasta Abu Simbel, uno de los templos más impresionantes y el centro de todas las visitas a Egipto. Tocó madrugón y varias horas de autobús por unas carreteras inhóspitas. Para colmo, no me cabían las piernas en el asiento, de manera que lo pasé bastante mal.
Pero mereció la pena: dos impresionantes templos excavados en la montaña nos esperaban. El primero, dedicado a Ramsés II y el segundo a Nefertari, su esposa predilecta. Es increíble verlos en primera persona, disfrutar de la magnitud de esta construcción, sentir el peso del tiempo… Pero, de nuevo, más impresionante todavía fue saber que ambos habían sido trasladados piedra a piedra en la segunda mitad del siglo XX, como ocurrió con Philae.
Tras el momento mágico, regresamos a Aswan, donde tomamos un avión con rumbo a El Cairo: nos esperaba el final del viaje.



Días 6 y 7: El Cairo y las Pirámides, ruta (casi) por libre
Como hemos ido adelantando, optamos por hacer El Cairo por libre y, como pensamos que esto tiene mucho más interés en cuanto a que hicimos cosas fuera de los tours habituales, tenemos reflexiones, etc. nos hemos decidido por contarlo en un artículo aparte. Además, este ya se ha hecho demasiado largo, así que ¡gracias si has llegado hasta aquí!