Buscando un sitio en la capital en el que celebrar una fiesta familiar, pensamos que Ático, el restaurante casual del biestrellado Ramón Freixa, podría ser la elección perfecta. Los ingredientes eran estos: una carta de precio contenido y con opciones tradicionales –para los menos atrevidos–, un salón y un equipo de sala elegante y lleno de detalles, y una localización inmejorable, en plena Gran Vía. Reservamos a través de la web del Hotel Principal, donde está alojado en establecimiento, y está fue nuestra experiencia.
Un local deluxe
No se le puede poner un ‘pero’ a la estética del restaurante Ático de Madrid. Sobrio mobiliario que tiende a los tonos oscuros, gran espacio entre mesas y mucha, mucha, mucha luz. Y es que este es uno de los principales puntos del espacio: al estar situado en la sexta planta del hotel, el salón está lleno de ventanales que se asoman a algunas de las principales calles del centro de Madrid.
Al salir del ascensor, el comensal se encuentra con unas cortinas que esconden el salón y que le ofrecen intimidad a las personas que están dentro. La sala, distribuida en forma de L, permite que haya solo un par de filas de mesas, algo que eleva la tranquilidad del salón y que permite que durante la comida se pueda estar en un ambiente silencioso y casi íntimo.
La cocina del Ático de Madrid

«En un entorno informal y cotidiano, el chef 2 estrellas Michelin despliega su habitual creatividad, ofreciendo un menú casual y relajado para el día a día, sin dejar de lado su autenticidad. Ático es un lugar donde los sabores más creativos y originales se mezclan con la técnica y con un cuidado producto». Así se presenta en su propia web el restaurante Ático de Ramón Freixa.
Y es lo que comprobamos en una carta corta, que tiende hacia las recetas tradicionales de la dieta mediterránea, y que, como decimos, tiene un precio bastante ajustado, teniendo en cuenta el espacio, la localización y la experiencia.
Apenas veinte platos completan la propuesta gastronómica del chef para el local, partiendo de los entrantes clásicos como las croquetas de jamón buenas o el jamón ibérico cortado a cuchillo; y cerrando con contundentes opciones como le corzo a la llama con maíces, mini zanahorias encurtidas y rábano picante.
Además, Freixa pone a disposición de los clientes dos menús cerrados. El primero, el Menú Almuerzo, se ofrece de lunes a viernes. se compone de un entrante, un principal y un postre por 45 euros, con bebida incluidas. Los platos de esta opción se encuentran en la propia oferta de la carta.
Además, se encuentra la opción De Madrid al cielo, un menú degustación con un precio de 72 euros y una opción de maridaje por 26 adicionales. Esta opción está disponible para todos los días de la semana, tanto a medio día como en las cenas.
Nuestro paso por Ático, de Ramón Freixa

Celebrábamos un encuentro con familiares, así que descartamos la opción del menú degustación, puesto que nos daba miedo que no estuviera a gusto de todos. La carta se convirtió, por tanto, en nuestra aliada en esta fiesta para cinco en el centro de Madrid.
Mientras tomábamos un aperitivo exquisito (sopa de pollo con leche de coco y un bocado de salmón con pan de carbón) repasamos la carta y optamos por tirar de ‘clásicos’ que pensamos que no podían fallar.
Las ya citadas Croquetas de Jamón Buenas abrieron la mesa. Correctas en tamaño y sabor, apreciamos, sobre todo, la ligereza de la bechamel. Y nos hicieron pensar que el resto de la comida iba a caminar en la misma dirección: platos tradicionales en los que el sabor primaría sobre la estética.
Pronto llegó un plató de jamón ibérico con pan de cristal con tomate. De nuevo, cero sorpresas: producto de calidad y bien servido, que disfrutamos con un vino de Madrid que nos pareció muy rico.
La primera sorpresa –en el sentido de que iba un paso más allá de la cocina tradicional– fueron las flores de alcachofas confitadas con polvo de jamón ibérico y huevo con sofrito inyectado. Sabor, textura y presentación en un plato igualmente ‘sencillo’ en cuanto a concepto, pero magníficamente cocinado.
Los principales
El jarrete de ternera lechal glaseado con puré de patata Robuchon, salteado de cebollitas y champiñones glaseados fue el gran protagonista de los platos centrales. Viene preparado para dos personas y así lo hicimos. El punto de la carne era fantástico: casi mantequilla. Y el glaseado le daba un toque delicioso.
Otro de los comensales optó por algo más ligero: la sopa de cebolla y trufa cocinada en cúpula de hojaldre. Quizá el plato menos conseguido de toda la carta. Nos resultó un poco suave de más y no lo volveríamos a pedir.


El canelón de tres carnes con salsa de foie y trufas y verduras sin fin fue otra buena elección. Lo devoramos y, aunque la ración nos parecía un poco grande, acabamos con ella sin que llegara a hartar.
El último de los centrales, para el quinto comensal, fue otro clásico: el tartar de atún viajero con cuajada de aguacate. Con un muy bonito emplatado, también resultaba curioso por el aliño.
Las raciones del restaurante son generosas, por lo que con lo que hemos relatado hasta el momento nos quedamos más que saciados. Debo decir que algunos de los comensales somos bastante comilones y no pudimos con el jarrete, así que, aunque pueda parecer una comanda corta, resultó suficiente. Pero… ¡Quedaba la parte dulce!

Un bocado de azúcar en el cielo
La carta de postres sigue la misma dinámica que la de salados: es breve, con apenas 5 referencias , que se completan con una –esta vez sí– variada propuesta de cócteles. En nuestro caso, decidimos probar un par de postres al centro, que completamos con un clásico pisco sour.
La cookie de chocolate y gianduja con frutos rojos. Excelente en su presentación, estaba rica, pero algo empalagosa tras comer un poco. Demasiado grande para una persona, salvo que seas muy goloso, pero ideal para compartir.
Por otro lado, el gran triunfador del día, el flan en-vasado con nueces de Pecán… No pudimos dejar de meter la cuchara hasta que le vimos el fondo al postre, presentado en un vaso con algodón de azúcar y alguna sorpresa más.
Esta fue nuestra experiencia en el Ático de Ramón Freixa, en Madrid. Con un ticket de 60 euros por persona, aproximadamente, consideramos que es una elección perfecta para celebrar con familia en ocasiones especiales.
Su cocina basada en el recetario tradicional hace que cualquier persona pueda encontrar un plato perfecto para disfrutar de cualquier fecha marcada en rojo en el calendario.
